#32 Sobre el play-in, el orgullo y las expectativas

El play-in es el mejor invento de la NBA en la era moderna, y no es un debate realmente.

#32 Sobre el play-in, el orgullo y las expectativas

2020 fue un año durísimo para todos. La pandemia sacudió al mundo entero, muchos perdimos familiares o conocidos a un virus y estuvimos por meses encerrados en apartamentos pequeños, sin poder hacer mucho más que jugar al FIFA y Among Us. Para la NBA también fue dura, y acabó jugando el final de la temporada en una burbuja, allá donde los sueños se cumplen: en Disney. Y si bien no fue lo mismo, los Lakers fueron justos campeones. Pero de aquel año, de aquellos playoffs, me quedo con una cosa por encima del resto: la instauración del play-in. Porque en ese 2020 de sombras, depresión, muerte y tristeza, la NBA plantó una semilla de esperanza que cada año, a final de temporada regular recogemos. Y este año no ha sido para nada diferente.

El play-in es una repesca, nada más. El play-in es una forma de darle al noveno y décimo, quienes en circunstancias normales estarían eliminados, una última oportunidad casi desesperada de meterse en los playoffs. Guerras púnicas a un partido donde ya hemos visto duelos históricos: LeBron contra Curry en 2021, decidido con un triple de James; los 50 puntos de Tatum contra Washington, la irrupción de la hija de DeRozan para remontar en Toronto a base de gritos en los tiros libres de los Raptors. Por ver, hemos visto hasta finalistas nacer de la penumbra del play-in y llegar a la lucha por el anillo antes de caer en las garras del sentido común, conocido como Nikola Jokic. Porque los Heat el año pasado estuvieron a un cuarto de irse a casa contra Chicago en el duelo final del play-in y acabaron desmontando proyectos en el Este. El de Budenholzer en Milwaukee y el de Marcus Smart en Boston.

El play-in sirve para, en abril, recuperar un poco la esencia del March Madness que nos ha dejado huérfanos apenas dos semanas después de la final. Algo que la NBA ha intentado replicar con el In-Season Tournament (bendito, también, lo expliqué aquí).

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Y que es imposible de reproducir en unos playoffs convencionales. Porque no hay nada más bonito, injusto y atractivo, que jugárselo todo a un partido. A vida o muerte. A cara de perro. Y en esa tesitura nació el play-in: le doy una vida extra al noveno y décimo, pero siempre respetando que los dos de arriba, séptimo y octavo, merecen tener ventaja de alguna manera. Los resultados lo reafirman: el séptimo se ha metido en playoffs seis de las seis ocasiones, y casi en todas las ediciones, ganando el primer partido. El único que lo perdió fue Miami el año pasado. Buenas noticias para New Orleans y Philadelphia, que salen séptimos.

Pero una vez sabemos que el séptimo se meterá, el caos tira por la borda todo tipo de probabilidades. El octavo tiene récord negativo en el partido contra el séptimo (1-5) y por el último billete disponible contra el ganador del 9 v 10 (2-3). Los equipos que han acabado la temporada octavos se han metido en playoffs tantas veces (3) como los que lo han hecho novenos (3). El décimo sigue virgen a estas alturas de la competición, y salvo milagro de los Warriors, tampoco parece que vaya a cambiar: ganar dos partidos seguidos contra un equipo de tu mismo nivel, ambos fuera de casa, es un proyecto no apto para equipos que han sido durante todo el año eso, mediocres. Solo la genialidad de Steph Curry (o Trae Young...?) podría desmontar ese mito de que ser décimo es igual de inútil que quedar colista, pero con peor pick del draft.

A partir de aquí, el artículo es solo para suscriptores de pago. Si quieres saber cuál es realmente la genialidad del play-in, por qué los Bucks tienen un problema o el ridículo que hicieron los Cavaliers contra Thor (sí, JT Thor).