#58 Sobre Jokic borracho, el final de la hegemonía americana y los veranos

Para Jokic, el bronce olímpico es el sueño de una vida (como la plata de Río 2016). Para Estados Unidos el oro es una obligación.

#58 Sobre Jokic borracho, el final de la hegemonía americana y los veranos

Justo al terminar el duelo entre Francia y Estados Unidos que cerraba el torneo olímpico, se celebró la habitual entrega de medallas. La FIBA anunciaba el MVP, premio para LeBron James, y el mejor quinteto (¿Schroder?), la afición abucheaba a Joel Embiid y Victor Wembanyama lloraba desconsolado por perder su primera final olímpica, que vendrán más. Pero hubo un detalle, para nada menor, que creo que explica muy bien por qué el final de la hegemonía estadounidense está más cerca que nunca. Un detalle tan simple como que Serbia al completo, el equipo olímpico que había ganado el bronce 10 horas antes ante la campeona del mundo, se presentara borracha a la ceremonia de entrega de medallas. Jokic iba como yo en cualquier jueves durante los dos primeros años de universidad. Y de eso vamos a hablar hoy. 

La derrota de Serbia el jueves, quedándose a las puertas de una hazaña que hasta la fecha solo han logrado los argentinos, fue un mensaje. La mejor selección americana posible necesitó nueve triples de Curry y el cuarto triple-doble en la historia del torneo olímpico para ganarle a una Serbia que si bien es referencia mundial, no es la mejor de la historia. Están por debajo de la generación dorada del final de Yugoslavia que entre 1995 y 2002 gana seis torneos de los nueve que juega y pierden la final de Atlanta. Tienen a Nikola Jokic, algo incomparable a cualquier otra generación, pero siguen sin ser, por ejemplo, la España de 2006 a 2016 o incluso la Francia de final de la pasada década (pese a Vincent Collet). No es un equipo tan profundo, aunque da lo mismo, nos estamos yendo del tema. Estados Unidos. 

Sufrieron ante Serbia, no se pasearon ante Francia en la final y se salvaron porque el Team USA decidió llevar a los tres mejores jugadores que he visto en mi vida, en televisión y en directo (el cuarto es Kawhi, te tienes que joder). Entre semis y final metieron 114 puntos, 32 asistencias, 24 triples y solo Embiid ante Serbia y Book ante Francia superaron los 8 puntos. Sin ellos tres el equipo de Kerr se venía abajo, se desmontaba con un ataque monótono y que brillaba por físico y talento: son mejores, pero además más rápidos, fuertes, ágiles y otra vez, mejores. Eso vale para ganar a Brasil, Sudán del Sur y Puerto Rico, que me perdonen los que me lean desde el viejo San Juan, pero ya no sirve para Alemania, Francia, Serbia o Australia. De verdad, ya no. 

Volvemos a Serbia borrachos. El equipo de Pesic celebró el bronce como se merece, con una fiesta matinal de la que pudimos ver fotos y vídeos. Cero críticas, acaban de ganar una medalla olímpica, pero me quedo con un detalle: se vio más feliz a Jokic celebrar con sus hermanos que ganando el anillo con los Nuggets. Y es lógico, una medalla con tu selección es algo que sueñan todos los jugadores de baloncesto, probablemente más que un anillo o cualquier título individual. Es el sueño, el objetivo. Para un americano que mide más de 1,90 metros todavía en primera, el sueño no es ganar el oro olímpico: es jugar en la selección. Porque ganar oros, mundiales (aunque no sepan la diferencia) y cualquier otro torneo es intrínseco a estar en el Team USA. 

Por eso los europeos, latinoamericanos y Australia, cada verano se reúnen los mismos chicos que se juntan desde la sub-17. A veces vienen nuevos, a veces llegan de otras generaciones, pero el núcleo duro del grupo se junta cada verano para jugar Eurobasket, Mundial y Juegos Olímpicos religiosamente. Y vestir la camiseta de la selección es un orgullo y un premio, pero también una oportunidad de disfrutar con los tuyos. En el Mundial sub-19 de 2013 que Serbia gana la plata, además de Jokic están Micic, Milutinov y Dobric. España, por ejemplo, tenía a Brizuela, Willy y Alberto Díaz. Nadie de aquella lista de Estados Unidos tiene una medalla, Mundial o bien olímpica. Simplemente, eligieron a los 12 mejores de aquel año: y funcionó, oro fácil (+14 en la final). 

La estrategia de Estados Unidos ha sido siempre esa: elegir a los 12 mejores que estén disponibles. En año olímpico la lista es preciosa, pero los años de Mundial ya queda algo más fúnebre — y por eso han perdido los dos últimos y cinco de los últimos siete (aunque 1998 no cuenta). Es una mezcla entre indiferencia, porque les da igual el Mundial, y clasismo, porque siguen pensando que mandando a Jalen Brunson y Mikal Bridges ganarán. Spoiler, no. Cada verano siguen eligiendo 12 nombres sin tener en cuenta proyecto, continuidad, identidad. Desde 2016, en los JJOO, la lista de Estados Unidos no tiene al menos cuatro nombres que fueran el torneo anterior (DeRozan, Kyrie, Klay y Cousins hicieron 2014-16). El número de repetidores en 2019 fue uno, 2021 fueron dos, 2023 ninguno y este año solo Edwards y Haliburton.

En verde caras nuevas; en amarillo ya han estado, pero no en la última convocatoria y en naranja repite del último torneo.

Por un motivo o por otro, el resto de países no se pueden permitir esa estrategia. Principalmente, porque no tienen una cantidad de talento tan grande como el Team USA, pero eso les permite crear proyectos. Hasta Canadá, seguramente el segundo país con más jugadores disponibles de alto nivel (aunque vaya fracaso el suyo) ha decidido crear un núcleo de 13 para el ciclo 2021-2024. Y se espera que hagan lo mismo hasta Los Angeles. Estados Unidos no, seguirá llamando a los mejores: Edwards, Tatum (!), Booker, Adebayo, Haliburton, los que tengan menos de 35 años en 2028 y estén dispuestos a ir. Ellos más la nueva camada, los que llegan a la NBA o están creciendo. Los que fracasaron en el Mundial de 2023, por ejemplo (hola Brandon Ingram). Pero ellos no valen para ganar el oro ya. 

Lo explico un poco en Gigantes del Basket: Steph Curry, LeBron James y Kevin Durant representan el final del dominio de Estados Unidos

Estos JJOO eran el último baile por algo, y el futuro no pinta tan increíble como lo hacía en las décadas anteriores. Los mejores jugadores del mundo, el top-5, son nacidos fuera de los Estados Unidos (aunque Joel Embiid juegue para ellos) y lo que viene por detrás no ilusiona. Ninguno es, por ejemplo, Victor Wembanyama, quien ha brillado en una final olímpica con 20 años. Y Estados Unidos necesita ese talento diferencial para superar las trabas que implica jugar a un deporte con reglas distintas como es el baloncesto FIBA y ante equipos mucho más trabajados táctica y técnicamente.

Esa sensación no la genera nadie más, porque nadie más está al nivel de los tres nombrados. Su final, tanto en la selección como en el baloncesto, representa el final de una época dorada. Ahora, en la NBA más democrática e internacional de la historia, se turnan americanos y europeos para ganar el anillo y Jokic, Giannis y Embiid para el MVP. Y a todo esto, Luka Doncic tiene solo 25 años, Wemby acaba de llegar y el draft tiene cada vez más representación global. Y sin Curry, LeBron y Durant para conseguir el oro, el final del dominio está más cerca. ¿Y si llega en casa?

Pero el talento ya no es solo americano, sale a partes iguales en el resto del mundo que ha recortado en físico también. Y en igualdad de condiciones, Serbia, Alemania, Francia o cualquier otro están en disposición de pelearle a Estados Unidos una vez Steph, LeBron y Durant se retiren. Porque para Jokic, como para Giannis, Doncic y muchos otros, ganar un oro olímpico es el sueño de toda una vida y por lo que llevan trabajando cada verano con sus amigos, con sus hermanos. Y eso se vio al llegar borracho a recoger el bronce de París. Por eso no quiero saber qué pasará cuando Wemby gane el oro en Los Angeles.