#79 Sobre Butler, escenarios, lucha de egos y una historia repetida
Pat Riley y Jimmy Butler han decidido retarse a un duelo de ver quién tiene el ego más grande y el orgullo más moldeable. Lo analizamos.

Una de las grandes ventajas de la NBA respecto a cualquier otra liga del mundo es que incluso cuando parece que no pasa nada, siempre está pasando algo. Siempre hay una estrella enfadada, un jugador que quiere ser traspasado, una franquicia a punto de hacer volar por los aires el proyecto al completo. Y esta vez son Jimmy Butler y los Heat, con Pat Riley a la cabeza, los protagonistas. Analicemos como hemos acabado aquí.
Si Miami Heat y Jimmy Butler han llegado a un punto de no retorno, a un momento donde las cosas son irrecuperables, no es casualidad. Si fuera un combate en la lona, solo las presentaciones darían vértigo, especialmente la de Pat Riley, uno de los ejecutivos con mayor pedigrí y menos paciencia hacia las insubordinaciones de sus jugadores. Al otro lado, Jimmy Butler, de profesión rebelde sin causa. Pero no ha sido solo la conjunción de dos personajes que la NBA ha creado y moldado a la perfección, sino el contexto que nos ha traído hasta el presente. A un lugar donde nadie quería llegar, salvo Jimmy Butler y Pat Riley — porque sí, ambos han estado aquí previamente. Y casi siempre salen victoriosos, aunque esta vez no será.
La situación viene de lejos. No es una rabieta de este mes, ni siquiera de este verano. Riley ha aguantado mucho con el nivel mostrado por Jimmy Butler, que en la última temporada y media ha jugado apenas 88 partidos de los 117 que han disputado los Heat. Y no solo ha sido verle vestido de corto mientras el equipo peleaba por evitar el play-in y caía en primera ronda, siendo barrido caballerosamente por los Celtics. Es que también tenía que ver a Jimmy cada dos por tres en redes sociales fanfarroneando, presumiendo y viviendo una vida paralela a lo que los Heat estaban sufriendo. “Si no estás en la pista jugando, deberías cerrar la boca” decía el presidente la franquicia sobre las palabras de Butler.
Por su parte el jugador quiere lo que casi todos: dinero. El que fuera pick #30 del draft en 2011 y que ha ganado algo más de $312 millones en su carrera, quiere otro contrato máximo. Pese a cumplir los 36 años un mes antes de que inicie la nueva temporada. Y no solo lo quiere, cree que lo merece. En junio, Shams Charania anunciaba que Butler decidía no firmar una extensión y que jugaría hasta el final de su contrato, el próximo verano — con todavía una opción de jugador en 2025/26 por $52.4 millones. Por la edad que tiene JB, ahora mismo puede firmar una extensión de $112,6 millones por dos años ($54.1 y $58.5). Sería el sexto salario más alto de 2026, algo impensable viendo su nivel.
Pat Riley no le quiere pagar esa morterada de dinero igual que le quiso rebajar el salario a LeBron James en 2014, y se fue a Cleveland, o no le quiso pagar a Wade en 2016 lo que pedía, y se fue a Chicago. Lo decía antes, el viejo Riley ya sabe lo que es estar peleando con superestrellas. Y no tuvo problema en 2008 a la hora de mandar a Shaquille O’Neal a Phoenix. Ha habido más casos: Tim Hardaway, Alonzo Mourning, el propio Shawn Marion (que llegó por Shaq). No le duele el ego, aunque luego se tome algunas salidas personales, pero no tiene mucho problema a la hora de reconstruir rápidamente el equipo. Ventajas de que Miami tenga el mejor clima de la Estados Unidos continental y los impuestos en Florida sean un mito.
Pero Butler también ha pasado por aquí. En Chicago, los Bulls no le quisieron pagar un máximo y lo mandaron a Minnesota, donde le esperaba Tom Thibodeau. En los Timberwolves, tras hacerle bullying a Karl-Anthony Towns y la mitad del vestuario, exigió el traspaso. Acabó en Philly, donde jugó 55 partidos antes de que prefirieran renovar a Tobias Harris y firmar a Al Horford, con quien trae una preciosa rivalidad Desde junio de 2017 hasta julio de 2019 fue traspasado tres veces a cambio de Kris Dunn, Zach LaVine y Lauri Markkanen primero, Jerryd Bayless, Robert Covington, Dario Šarić y una segunda ronda (Matteo Spagnolo) después y por último, en un sign and trade a cuatro bandas a cambio de Josh Richardson.
Y ha sido en Miami donde hemos visto al mejor Butler posible, con la versión de la burbuja o los playoffs de 2023 como evidencia más clara. La época de Jimmy en los Heat ha sido un éxito absoluto, con dos finales de la NBA, otras finales de conferencia y el séptimo mejor récord de la NBA en el lustro de Butler en Florida (227-164, 58.1%). Siempre con Butler como mejor jugador. Y ahora es un paria en el vestuario, sancionado siete partidos por conducta en detrimento para la franquicia. Sí, sus declaraciones han sido algo apocalípticas “quiero recuperar mi alegría jugando al baloncesto” decía tras una actuación lamentable. Al ser preguntado si podría recuperar la ilusión con los Heat fue contundente, “probablemente no”.

Esto consiguió algo que no habíamos visto previamente: que Pat Riley recogiera cable. El 26 de diciembre los Heat anunciaban que no iban a traspasar a Butler. Apenas siete días más tarde, el 3 de enero y al mismo tiempo que anunciaban la sanción, el propio club decía la siguiente frase. “Jimmy Butler y su representante han indicado que desean ser traspasados, por lo tanto, escucharemos ofertas”. ¿Significa eso que Butler saldrá traspasado en los próximos días antes de que se cierre el mercado el próximo 6 de febrero? No tiene por qué. Evidentemente, es una opción, pero no la única. Y aquí es donde se pone más complicado. Y donde volvemos a lo que mencionaba antes: el contexto actual. El nuevo CBA, sobre todo, que lo complica todo. Y si me preguntas quién tiene el mango de la sartén, mi respuesta es ambigua: depende.
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