#157 Sobre madurez, periodismo, entretenimiento y un grupo de what's app
Si coges un micrófono y una cámara no eres periodista, solo estás jugando a ser periodista. Y eso son dos cosas diferentes.
Hoy quiero contaros algo más personal, se viene uno de esos artículos que tanto os gustan (o no). Ayer cumplí 33 años (sí, ya sé que aparento menos) y he querido que este artículo sirva para hacer balance de este año natural, de mis 32. De los últimos 365 días. Solía llegar durante Acción de Gracias, el canadiense y no el estadounidense, que es justo antes de iniciar la temporada NBA, pero con todo el serial de DAZN, NBA, Movistar+ y Prime fue imposible un rato de pausa. Así que se viene ahora, hoy. Porque ha sido un año interesante, cuanto menos. Especialmente en el aspecto laboral, cubriendo la NBA.
Hace un año estaba escribiendo en Relevo, cubriendo la NBA full time. Cinco noches a la semana podías leer el artículo de la jornada, además de ocho piezas diversas más. Grabábamos a veces Up and Under con Leo Carranza, la cabra de las cabras, y escribía en Gigantes de manera semanal. No recuerdo si hacía alguna cosa más, pero esa era mi rutina más o menos. Fue una época curiosa en mis rutinas. El cierre de Relevo generó un cambio importante en mi vida laboral, sobre todo la parte NBA (para quien no lo sepa, yo tengo un trabajo de 9 a 5 en marketing que me paga la hipoteca y los pañales de mi hijo, tranquilos). Y en mis horas de sueño.
Así que empezar el año como agente libre era un reto, pero también una oportunidad nueva. Suena como el cliché más cliché de los tiempos, pero con 33 años, un hijo pequeño (y enfermo ahora mismo) y las prioridades claras, os prometo que es verdad.
Ya he llegado a un punto en mi vida en el que puedo decidir qué hacer, cuándo hacerlo y por qué hacerlo. Me preguntaba esta pasada semana un amigo y referente, “¿no crees que escribes mucho en tu web?” Sí, le dije. “Pero es que me gusta mucho escribir”. Es lo que siempre me ha gustado hacer, y ahora puedo controlar el cómo, el qué y el cuándo, para mí las tres preguntas clave. Ya no lo hago por las métricas, los suscriptores o el dinero, por llegar a fin de mes; lo hago porque me gusta.
Igual que la oportunidad de grabar NBA House con Víctor Arrufat, algo que empezamos el miércoles pasado. Cuando me lo propusieron desde Gigantes, no lo dudé dos veces. Llevaba tiempo que me apetecía empezar/entrar en un pódcast, algo similar a The Hoop Collective pero en español. Pero quiero hacerlo con gente que me cae bien, que me gusta como trabaja y lo que hacen — y Víctor (y Sergio Rabinal, el productor) son ejemplo de ello. Solo voy a hacer cosas que me gusten, que creo que como público, consumiría, sin importar el resultado realmente (estoy abierto a propuestas).
Lo que sí sé, es que soy demasiado viejo para salir en internet haciendo el imbécil delante de una cámara por 15 likes. Ya no es un tema de preferencia o de gusto, nunca lo he hecho ni gratis ni por dinero; es algo de dignidad humana y profesional. No creo que mis profesores de la universidad me enseñaran nada de eso, ni creo que sea el camino del periodismo de redes sociales e internet. Todavía respeto esa fina línea entre el comunicador y el periodista, si es que todavía no se ha difuminado del todo, porque aunque ambos colectivos vivimos en el proceso continuo de crear contenido sin fin, no todo se vale. O al menos no todo se debería valer.
Creo que la diferencia entre el periodista y el comunicador aka creador de contenido ya no es el formato, porque tanto el vídeo como el audio han sido absorbidos por ambos y en el presente solo sobrevive el formato escrito como punto a favor del periodista (larga vida al papel). Ahora la discrepancia radica en el mensaje y sobre todo en su funcionalidad y objetivo. ¿Qué quiero conseguir con lo que estoy haciendo? Es muy distinto informar que entretener. El entretenimiento no es periodismo, es un tipo de comunicación válida, por supuesto, pero no es periodismo. El debate puede durar semanas y no nos pondremos de acuerdo, no me vais a convencer.
No voy a venir aquí a dar lecciones de qué consumir, ni mucho menos, ni por qué contenido pagar. El público es soberano, libre de elegir qué quiere ver, y yo soy el primero que tras un día horrible, prefiero ponerme un episodio nuevo de La Sotana que escuchar a Albert Blaya, por ejemplo (siendo los dos referentes). Y más si el Barça ha perdido. Pero solo uno de los dos hace un trabajo divulgativo, y eso no es algo malo. Simplemente, son conceptos diferentes de producto audiovisual en el fondo y el contenido.
Ya hablé de la democratización de la información y que coger un micrófono para hablar, o ponerte detrás de una cámara a dar tu opinión no es hacer periodismo. Ya hablé del peligro de las redes sociales como herramienta para hacer del periodismo y la comunicación una conversación bidireccional en esta newsletter hace meses. Si llevas tiempo suscrito, sabrás que he escrito demasiado en primera persona cuando me da por quejarme en público de gente que juega a ser periodistas.
Os voy a contar un secreto. Tengo un grupo de WhatsApp, bueno, tengo varios, pero uno en específico con mucha gente. No os creerías el nivel que hay en ese chat, gente muy buena y que muchos conocéis (y admiráis). Algunos de ellos están metidos en el mundillo este del periodismo y el baloncesto, sea NBA o no; otros hablan de fútbol, o están en la oscuridad haciendo que pasen cosas. De verdad, me siento un privilegiado. Y con ellos muchas veces hablamos de periodismo, de cosas que creemos que están bien y cosas que nos gustan menos (otra vez, bajo la subjetividad partidista de nuestro punto de vista).
No todos comparten mi visión de todo, porque si no sería aburrido, pero son gente que respeto. Lo hago por su opinión, en privado, y por su trabajo en público. Hace unos años, ver que a otros colegas periodistas les iba mejor que a mí, hubiera sido un motivo de rencor y envidia. Ahora, con 33 años, os prometo que me alegro una barbaridad cuando a uno de ellos le pasa algo bueno y me jode como si fuera personal cuando se les cierra una puerta. Este verano ha sido el ejemplo más claro. Porque celebro que a la gente buena del sector del periodismo le vaya bonito, que no sean invisibles. Nadie se lo merece más que ellos, periodistas que hacen bien las cosas.
La madurez mental es estar en paz con uno mismo. Con su vida, con sus decisiones y con su trabajo, que es el caso que me afecta aquí. Yo estoy feliz con mi vida, con mis decisiones y con no hacer el payaso delante de una cámara. Que ya tenemos una edad algunos. Y lo último, y ya os dejo iros tranquilos a seguir con vuestro día a día: elegir bien qué consumís y por lo que pagáis, tanto en el periodismo como en la comunicación.
Si fuera por mí, os recomendaría que os suscribáis a la newsletter de
, al canal de YT de Losilla. Entrad a ver a en Gigantes y en su newsletter o YouTube. Que veáis siempre que podáis a Víctor Arrufat. Que hay mucha gente que sabe mucho de NBA y la explica muy bien, que son muy buenos en su trabajo.

